Época: Siria
Inicio: Año 2400 A. C.
Fin: Año 1200 D.C.

Antecedente:
El arte de la Antigua Siria

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Hamah o -Hamat según los textos asirios y bíblicos-, junto al río Orontes, estuvo en la órbita de los hititas, mitannios y egipcios durante el Bronce Reciente. Luego, en el I milenio a. C., alcanzó relativa importancia al ser capital de un pequeño reino arameo, si bien a partir del siglo X a. C. fue cayendo, sucesivamente, en manos de Salomón, de Tiglath-pileser III, de Sargón, del seléucida Antíoco IV y, luego, en las de Roma. Excavada entre 1931 y 1939 por H. Ingot, su tell proporcionó 12 estratos con materiales que iban desde el Neolítico hasta los últimos momentos de la ciudad.
Los estratos arqueológicos más interesantes fueron, según su excavador, los denominados H, G y F. En el H aparecieron restos de silos cilíndricos y estructuras de habitación, junto a cerámicas, armas e ídolos femeninos; en el estrato G, con tres niveles de potencia, disponía de parecidas construcciones que las del estrato anterior, aunque con mayor abundancia de cerámica de origen chipriota, micénico y mitannio. Los restos arqueológicos más importantes aparecieron en el nivel F, época de la ocupación aramea: puerta monumental de la ciudad (en rampa y con ortostatos de basalto y caliza) y complejo palacial, con amplio patio adornado con ortostatos con bajorrelieves de leones, motivo típico del arte sirio-hitita. Entre los materiales aportados (un escarabeo de Tutmosis III, cilindro-sellos, fíbulas micénicas, figurillas de terracota) hay que hacer mención especial de diferentes armas y ornamentos fabricados en hierro.

De todo lo hallado, tan sólo son interesantes, desde el punto de vista artístico, algunas pocas piezas escultóricas, entre las que destacamos la figurilla de un dios (9,5 cm; Museo de Aleppo), de bronce y oro, barbado, con ojos incrustrados, y sedente -el trono ha desaparecido-, vestido con faldón de alta cintura y tocado con tiara, fechado entre los siglos X-IX a. C.; y un torso de basalto, del siglo VII a. C. bien modelado, que representa a un hombre semiarrodillado, a modo de atlante en cuclillas.

Al norte de Damasco, no lejos de Homs -enclave donde han aparecido importantes bronces, representando a divinidades-, se halla Qatna (hoy Misrifeh), sobre un afluente del Orontes, ciudad citada en los textos de Mari y otros de época tardía. Los sondeos y excavaciones parciales efectuadas en ella han permitido localizar desde vestigios del Neolítico hasta los restos de un templo de la Edad del Bronce, dedicado a Ninegal, y un Palacio provincial levantados en el perímetro de sus imponentes murallas -restan aún entre 12 y 20 m de altura en algunos sectores-, protegidas por fosos exteriores, con cuatro puertas de acceso. Los hallazgos de diferentes materiales egipcios (una esfinge de piedra con el nombre de Ita, una de las hijas de Amenemhat III), estatuillas (una de bronce, extraordinaria -17 cm; Museo del Louvre-, representando a un dios sentado sobre taburete), fragmentos de estatuas, vasos, armas, etc., hablan de un centro económicamente próspero, pero culturalmente poco importante.

Terqa (hoy Tell Ashara) situada a unos 60 km al norte de Mari, famosa por haber proporcionado las primeras tablillas cuneiformes que se hallaron en Siria, pasó de ciudad satélite del reino de Mari, a ser capital del reino de Khana, floreciendo durante el Bronce Medio. Los trabajos arqueológicos realizados han aportado restos desde el IV milenio (en el enclave cercano de Qraya) hasta el 1600 a. C., fecha en que fue destruida por el cassita Agum II. Lo más interesante desde el punto de vista arquitectónico es su magnífica muralla de 20 m de grosor y 1,6 km de perímetro, construida en tres etapas; la ciudad, que hubo de ser planificada de modo unitario, contó con un Palacio administrativo, desde donde se controlaba el reino de Khana, y del que se han hallado algunas dependencias, y con dos magníficos templos, uno dedicado a Dagan, cuyo culto sobrevivió mucho tiempo, y otro a la diosa Ninkarrak, en una de cuyas dependencias se hallaron 6.637 cuentas de collar, labradas en piedras semipreciosas, depositadas allí como amuletos.

A partir del 1500 a. C. conoció el paso de los arameos, pero de ellos no ha llegado nada de interés.